domingo, 29 de junio de 2008

La llave de Magritte




El belga René Magritte (1898-1967) es uno de los pintores más singulares del arte del siglo XX. Constituye, junto con Dalí, Tanguy, Miró, Ernst, Delvaux, Domínguez y algunos más, el importante grupo de artistas surrealistas que llevaron a cabo su labor desde que André Breton publicara su Manifiesto Surrealista en 1924.

El Surrealismo, que encuentra en el filósofo Sigmund Freud uno de sus más claros referentes, apuesta por la representación artística del mundo del inconsciente. Es por ello que aboga por un arte despojado de prejuicios y de condicionamientos de tipo social o cultural. Por eso mismo, se defiende el automatismo, mediante el cual el artista se despoja de toda influencia y da rienda suelta a su imaginación. Es por ello que encontramos, entre los temas de los pintores surrealistas, temas fantásticos e imaginarios, directamente extraídos del mundo de los sueños. Del subsconsciente, en definitiva. Si desde el punto de vista temático el Surrealismo parece tener claros sus planteamientos, no ocurre lo mismo con la técnica, de tal forma que cada artista tendrá sus propios métodos para representar sus inquietudes. En cualquier caso, parece que la tendencia generalizada fue la de pintar con una depurada técnica y con un tratamiento clásico de la composición, en la que cobra especial importancia el dibujo. En efecto, si estos extraños paisajes y personajes son representados de la forma más realista posible, el efecto de desconcierto será mayor en el espectador.

En el caso de Magritte, podemos ver una apuesta clara y decidida por un cuidadoso dibujo con el que compone escenas en las que el juego a la equivocación es una de sus notas más características. La mezcla entre apariencia y verdad, entre sueño y realidad, es puesta sobre la mesa de forma deliberada en obras tan conocidas como El imperio de las luces, El modelo rojo, La tentativa imposible o Golconda, llegando a su punto más álgido en Esto no es una pipa. De entre todas sus obras, merece especial atención la que encabeza este texto, con un título tan sugestivo como La llave de los campos. Magritte vuelve a mostrarnos aquí su ironía y su fino sentido del humor. Haciendo gala de la más depurada técnica, compone una escena misteriosa y llena de poesía, consiquiendo que el espectador recapacite sobre la realidad de las cosas. Así, el cristal, una vez roto, parecía que era un espejo invertido de lo que, más allá de la ventana, se nos muestra. Un campo abierto a la imaginación.

sábado, 28 de junio de 2008

Hombre-Cactus



Frecuentemente, al hablar de las vanguardias artísticas del siglo XX, la escultura queda en un segundo plano. Es innegable que las transformaciones artísticas fueron más rápidas y prolíficas en la pintura, fundamentalmente debido a que el coste de los materiales pictóricos era lógicamente menor. Esta circunstancia motivó que el desarrollo de la escultura no fuera tan significativo, pero igualmente se produjeron importantes innovaciones desde que a finales del siglo XIX Auguste Rodin sentara las bases de la escultura contemporánea.

Uno de los escultores más importantes y originales de la primera mitad del siglo XX es el catalán Julio González (1876-1942). Él fue el responsable de la renovación escultórica española de su época, junto a Pablo Gargallo y Pablo Picasso, que también tuvo importantes incursiones en el campo de la escultura. En cierto modo, la obra de Julio González viene a ser una aplicación del Cubsimo a la escultura. A la tercera dimensión, en definitiva.

Julio González se formó en los ambientes culturales catalanes de principios de siglo dentro de la órbita del Modernismo, triunfante en esos momentos. Sin emabrgo, supo evolucionar, no sin renunciar a sus raíces catalanas, lo que puede apreciarse en la serie dedicada a la Montserrat, verdadera simbología del dolor humano ante la Guerra Civil Española. González se especializó en el uso del hierro como material para el desarrollo de su creación artística. Supo darle expresividad a algo aparentemente frío gracias a su dominio de las técnicas de forja y a su capacidad innata de innovar, lo que se demuestra en una producción escultórica que aboga por darle sentido al espacio en una interpretación de la figura humana que roza la abstracción. En este sentido, su obra no está lejos de la de Alexander Archipenko, verdadero precursor del espacio en la escultura.

Sirva como ejemplo de todo lo que decinmos este sorprendente Hombre-Cactus, en el que, usando el hierro, González descompone la figura hasta tal punto que nos es difícil la identificación de la obra si no disponemos del título de la misma. Aún así, tampoco debemos catalagar de abstracta esta obra, ya que, en última instancia, no se renuncia ni al tema ni a la figuración, algo que además el autor se encarga de subrayar mediante la introducción de un elemento naturalista como es un cactus.


viernes, 27 de junio de 2008

Arcos de la Frontera




Es muy probable que Arcos de la Frontera, en la provincia de Cádiz, sea uno de los pueblos más hermosos de España. Junto con la no muy lejana ciudad de Ronda constituye el ejemplo más acabado de urbanismo al más puro estilo andaluz. Arcos es un pueblo sorprendente, expresivo, encaramado en lo alto de una peña de perfiles imposibles rodeada por el histórico Río Guadalete. Las casas se desparraman prodigiosamente adaptándose al terreno, dominando una amplia y fértil llanura, divisándose desde allí las estribaciones de la cercana Sierra de Grazalema. Tanto la orografía como los condicionantes históricos conforman un ejemplo casi perfecto de urbanismo medieval. Recordemos que, en el caso español, y tanto para las ciudades cristianas como musulmanas, la irregularidad es una de las notas características del trazado de las calles. Esta circunstancia, que encuentra su paralelismo en los barrios de la Judería en Córdoba o del Albayzín en Granada, alcanza en Arcos nuevas posibilidades derivadas de la adaptación al terreno, deliberadamente elevado respecto a su entorno. Esta cuestión, así como la existencia del castillo en lo más alto del caserío, no es gratuita, sino que se debe igualmente al hecho de que fuera ésta una zona fronteriza, como bien nos indica su topónimo. En efecto, desde el siglo XIII, Arcos estuvo en territorio cristiano, muy cerca de los dominios musulmanes, a los que pertenecía ya la ciudad de Ronda.

A esta singular característica de tipo urbanístico e histórico debemos unir el hecho de que buena parte de las estrechas calles de esta localidad presenten arcos que unen las fachadas de ambos lados. Si a ello le sumamos el típico encalado de muchos pueblos andaluces, tenemos como resultado un pueblo modélico que, afortunadamente, es cuidado con mimo por sus habitantes, y que no es sino el punto de partida para la denominada ruta de los pueblos blancos, desde Arcos a Ronda, pasando por pueblos tan evocadores como Algodonales, Bornos, Grazalema, Olvera, Setenil, Ubrique o Zahara.

Arcos. Entre la realidad y el sueño.




sábado, 21 de junio de 2008

Gran Poder




Uno de los grandes logros del Barroco en España fue la definitiva instauración de la imaginería procesional. Un espectáculo plenamente barroco que pone en la calle las imágenes de la Pasión de Cristo, constituyendo no sólo un acto de fe, sino la puesta en escena más estética que el Barroco ha creado, y que pone en práctica el carácter escenográfico propio del estilo. Verdaderamente, las procesiones de Semana Santa suponen la conjunción de todas las artes en un mismo concepto. La escultura de las imágenes, la música que acompaña a los desfiles procesionales, la arquitectura de la ciudad, que sirve de telón escénico o las artes decorativas (desde la orfebrería a los bordados). Pero además, la visualización de este tipo de procesiones consigue hacer que el espectador sea una parte activa, y no pasiva, del espectáculo, en el que además tiene la posibilidad de experimentar al mismo tiempo los cinco sentidos. Estamos ante una de las mejores creaciones estéticas y artísticas del Barroco español, que, aunque con sus lógicas variantes, ha perdurado hasta nuestros días, y continúa viva.

En el caso de Andalucía, tenemos que señalar que la tradición sigue vigente en todas las provincias, cobrando especial protagonismo en las ciudades de Málaga y Sevilla. Al hablar de la escultura devocional del siglo XVII, el siglo del Barroco, tenemos que volver los ojos hacia el sur, y más concretamente a Granada y Sevilla, que es donde se establecieron los dos focos principales. En ambas ciudades, y pese a la crisis económica, política y social de la época, abundan los talleres de imaginería. En ambas encontramos figuras de primera categoría junto a aprendices de mayor o menor calidad.

En Sevilla, los primeros años del siglo XVII estuvieron dominados por Juan Martínez Montañés, todo un maestro de la escultura, en cuyas obras se advierte aún un clasicismo heredero del Renacimiento. Sin embargo, no será él quien se dedique plenamente a la imaginería procesional, sino su discípulo Juan de Mesa (1583-1627). Este gran escultor se dedicó a los encargos llegados de diversas cofradías, la mayoría sevillanas, y supo hacer evolucionar las ideas aprendidas de su maestro. Así, sus obras, pese a beber de las fuentes clásicas, apuestan por una representación más decidida del dolor, sin que eso signifique llegar a lo cruento. Su serie de crucificados es especialmente valiosa, como muestran el Cristo de la Buena Muerte, el Cristo del Amor o el Cristo de la Conversión , todos en Sevilla. En estas obras, Mesa introduce algunas de sus firmas características, siendo la de la espina que atraviesa el lóbulo de una oreja una de las más llamativas.

Sin embargo, a pesar de que se especializara en la ejecución de Crucificados, Juan de Mesa tiene en la imagen de Jesús del Gran Poder (1620) de Sevilla su obra más conocida y popular. Ello lo podemos atribuir a la innegable calidad de la talla del Nazareno, que con casi dos metros de altura adopta una zancada que impresionó a gentes de todas las épocas . Pero lo que hace verdaderamente famosa a esta imagen es, sin embargo, la devoción que despierta entre todos los sevillanos y también entre otras personas venidas de fuera. Aquí el éxito de la escultura, y el éxito de Mesa, por tanto. El propósito de un imaginero de la época, y en ello insisten los contratos que firmaban con las hermandades y cofradías, era provocar la devoción en el fiel. Juan de Mesa estuvo especialmente inspirado al realizar esta soberbia escultura, que caraga la cruz con una expresión de dulzura que ha conmovido a los sevillanos de varias generaciones. Una exprsión de dulzura que al mismo tiempo intimida y crea un efecto inmediato en todo aquel que la contempla. En definitiva, la escultura deja aquí de ser escultura, para convertirse en una imagen a la que todos los ojos se dirigen, sean o no creyentes. Y es entonces cuando comprendemos la advocación de esta obra cumbre de la escultura barroca española: Gran Poder.

El Gran Poder procesionando sobre su paso (también del siglo XVII) llegando a su iglesia al amanecer. Mañana del Viernes Santo:

jueves, 19 de junio de 2008

Jaén y su Catedral


Quizás no la más conocida, pero sin duda alguna una de las catedrales españolas más influyentes es la de Jaén. El modelo de planta de salón y testero plano pasó a Hispanoamérica desde que la gran obra jiennense fue levantada, configurando así el ejemplo a seguir por los arquitectos que llegaron al llamado Nuevo Mundo.

Como tantos otros edificios cristianos españoles, para su ubicación se tuvo en cuenta el emplazamiento de una antigua mezquita, en cuyo lugar decidió levantarse una gran iglesia que cristianizase el anterior espacio musulmán. La historia constructiva de este edificio no es en absoluto sencilla, tal y como suele ocurrir en la mayor parte de catedrales, en las que la envergadura de los proyectos y lo costoso de su financiación suele retrasar la finalización de las obras, lo cual explica el carácter ecléctico de algunas de ellas. En el caso que nos ocupa, hay que apuntar que el autor del proyecto final es uno de los arquitectos más representativos del Renacimiento en España, como es Andrés de Vandelvira (1509-1575). Esta gran obra comenzó a realizarse en 1575. Es lógico pensar que a la muerte del arquitecto no se hubiera terminado aún el edificio. Pero es bueno aclarar que los maestros mayores que dirigieron las obras tras la muerte de Vandelvira siguieron lo más fidedignamente posible el modelo propuesto. Incluso la fachada, ejecutada en 1667 por Eufrasio López de Rojas en estilo barroco, mantiene la misma línea clásica que el resto del edificio respira. Sólo así podremos comprender la armonía de una obra que pasa por ser una de las mejores muestras del Renacimiento español, y que además sirvió, como decimos, de modelo para que otros arquitectos hicieran sus propias versiones en Hispanoamérica.

No cabe duda de que estamos ante un edificio de primera categoría, inseparable de su ciudad, a la que domina, estableciendo un hermoso diálogo con el Castillo de Santa Catalina y el inmenso mar de olivares que se extiende bajo sus pies.

lunes, 16 de junio de 2008

La danza de la vida




Hablar de Edvard Munch (1863-1944) es hablar de El grito. Pero Munch es algo más que una célebre pintura, sublime por otro lado, pero quizás excesivamente explotada. La producción artística de este pintor noruego es amplia e interesante, y pasa por ser uno de los más claros antecedentes del Expresionismo que dé sus mejores frutos en el primer tercio del siglo XX.

Los países más septentrionales de Europa jugaron un papel muy importante en la configuración de la sensibilidad expresionista. Noruega es un caso muy claro, y Munch su más insigne representante. La obra de este atormentado y solitario pintor está llena de referencias autobiográficas a través de una temática decadente que posibilita unas pinturas de atmósfera densa e inquietante, algo a lo que ayuda una técnica muy particular que tiene en la pincelada sinuosa una de sus notas más definitorias. Este ambiente cargado y pesimista es llevado al lienzo muchas veces a través de unos colores muy vivos, por muy paradójico que pueda parecer. Estamos hablando por tanto, de constantes estéticas que serán desarrolladas ampliamente por los expresionistas del siglo XX, pero que Munch utiliza ya desde los años 80 del siglo XIX.

Puede que La danza de la vida sea una de las pinturas más hermosas del noruego. Tiene el don de provocar en el espectador un sentimiento de perplejidad ante la escena inquietante y misteriosa que tiene lugar. En efecto, aunque la pareja que baila en la parte central nos pueda parecer distante, este cuadro no tendría la misma capacidad de atracción sin las dos figuras femeninas que flanquean la composición vestidas con unos trajes cuyos colores son diametralmente opuestos. Al fondo, otras parejas bailan en distintas actitudes. El escenario en el que tiene lugar esta extraña danza parece ser una verde llanura cercana a un lago que le sirve de espejo a la luna, tema muy querido por este pintor, como podemos ver en la magnífica Claro de luna. Acerca del significado de esta obra, se ha señalado la posibilidad de que se trate de una reinterpretación del tradicional tema iconográfico de las tres edades del hombre, pero aplicado en este caso al amor, lo cual nos pone de manifiesto que para Munch, el amor es la base de la vida. O la ausencia de éste. La mujer vestida de blanco vendría a significar la mujer madura, mientras que la mujer del traje negro sería un símbolo de la transitoriedad de los sentimientos, de la soledad, en definitiva. La joven pareja de la parte central estaría abocada, de forma inexorable, a la soledad, a la muerte. Una visión pesimista y resignada, por tanto, la que nos traza Munch. Una de tantas de la que encontramos en una trayectoria vital y profesional tan intensa como apasionante.

Web del Museo Munch de Oslo

A continuación, un vídeo sobre Munch que me parece sublime:



sábado, 14 de junio de 2008

De Al-Munastyr a Almonaster




Cuando se piensa el en Arte Islámico siempre se piensa en mezquitas. Parece lógico si tenemos en cuenta que hablamos de un arte configurado a través de una religión como es la musulmana. Y si se habla de mezquitas hispanomusulmanas, siempre nos viene a la cabeza la colosal creación de la Mezquita de Córdoba. Sin embargo, es evidente que no fue el único oratorio que existió en Al-Ándalus, a pesar de que fuera sin duda el más importante. En la misma Córdoba encontramos aún hoy restos de mezquitas de barrio. Y fuera de ella, los vestigios de mezquitas son numerosos, desde Sevilla a Granada. Sin embargo, hoy quería llamar la atención sobre una interesantísima mezquita conservada en la maravillosa Sierra de Huelva. El pequeño pueblo de Almonaster la Real tiene el privilegio de contar con uno de los edificios más singulares del arte hispanomusulmán. Allí podemos encontrar una pequeña mezquita rural, reutilizada posteriormente como iglesia cristiana.

La reutilización de espacios precedentes ha sido una constante a lo largo de la historia. Los ejemplos son interminables. En este sentido, los musulmanes fueron especialmente partidarios de utilizar espacios sagrados preexistentes, e incluso aprovechar materiales de obras anteriores para levantar sus propias construcciones. No hay que olvidar a este respecto la utilización de materiales de acarreo que se llevó a cabo durante las primeras fases de la construcción de la Mezquita de Córdoba, fundamentalmente de época visigoda. La Mezquita de Al-Munastyr reutilizó igualmente materiales de épocas romana y visigoda, algo bien visible en la irregularidad de los pilares del sahn o sala de oración común a todas las mezquitas occidentales. El resto de materiales van de la mampostería al ladrillo, dando como resultado final un edificio de carácter sencillo pero elegante y refinado al mismo tiempo, como corresponde a una obra que suele datarse a principios del siglo X, en época de Abd al-Rahmán III. Una obra que, no obstante, ha sido modificada posteriormente, de forma que nos encontramos vestigios mudéjares de la época bajomedieval en el ábside, o intervenciones en los siglos XVI y XVII en la torre, que lógicamente aprovechó para su erección los restos del primitivo alminar, que seguía el esquema de escalera en torno a machón central tan común en las obras emirales y califales.

Un buen motivo para escaparse a la sierra.



domingo, 8 de junio de 2008

El Arpista de las Cícladas



Se suele considerar a Grecia como la cuna de la civilización occidental. En efecto, muchas de las características que han configurado a Europa como pueblo tuvieron en la Grecia del siglo V a. c. sus más claros antecedentes. Sin embargo, Grecia no pudo surgir de la nada, y los grandes logros culturales del llamado siglo de Pericles tuvieron sus correspondientes ensayos y experimentaciones, algo que, lógicamente, se puede apreciar en el Arte de una forma más o menos clara.

En efecto, el Arte Griego pasó por diversos estadios antes de llegar a la cumbre estética que supuso la figura de Fidias y la relaización de el Partenón. Pero incluso antes de esos estadios previos, nos encontramos con la llamada civilización creto-micénica en el ámbito de las islas del Mar Egeo, verdadero laboratorio del mundo clásico. En el caso de la escultura, los ejemplos más destacados se encuentran en el conjunto de estatuillas encontradas en las Islas Cícladas. Realizadas generalmente en mármol, suelen ser de tamaño reducido. Lo que más nos llama la atención en la actualidad de estas obras es la asombrosa capacidad de abstracción con que han sido realizadas, de forma que con un reducido número de elementos, dan notas de gran expresividad. Así, las cabezas se reducen a óvalos en los que sólo se destaca la nariz. Se han localizado tanto cabezas aisladas como figurillas completas como la que hoy os traigo a este blog. El famoso Arpista de Keros es un prodigio estético en el que la simplificación de formas alcanza un papel protagonista. Encontrada a finales del siglo XIX en una tumba de la isla de Keros (lo que nos lleva a pensar en su carácter funerario), la obra parece estar compuesta únicamente a base de elementos geométricos. Una depuración formal que fue una búsqueda incesante por parte de un buen número de escultores de la primera mitad del siglo XX que, paradójicamente, intentaban alejarse de los presupuestos de la escultura clásica. El círculo se cerraba entonces y volvía al punto de partida.

Un ejemplo de que una escultura datada entre el 2800 y el 2300 a.C. también puede ser moderna. Un nuevo caso para poder decir aquello de que el arte no puede ser moderno, el arte es eterno.

sábado, 7 de junio de 2008

Bernini en éxtasis



Quizás sea Gian Lorenzo Bernini (1598-1680) la figura más importante del Barroco, no sólo italiano sino internacional. Bernini se dedicó a la arquitectura, donde encontramos obras de notable interés. Sin emabrgo, fue en la escultura donde destacó por encima de sus contemporáneos, y junto a Miguel Ángel y Rodin compone la tríada de los tres escultores más reconocidos de la Historia del Arte.

Desarrolló su labor creativa en la Roma del siglo XVII. Una ciudad absolutamente dominada por los pontífices de la Iglesia Católica, que pusieron especial empeño en patrocinar obras artísticas de envergadura, para lo cual contaron con los creadores más importantes del momento, algo que venía ocurriendo ya desde el siglo XVI, con las aportaciones de Miguel Ángel y Rafael, entre otros grandes artistas. Desde Urbano VIII a Alejandro VI, pasando por Inocencio X, todos contaron con Bernini para la realización de obras arquitectónicas y escultóricas, así como para monumentos y fuentes. Recordemos que también fue el responsable de una de las plazas más hermosas del mundo, la Plaza de San Pedro del Vaticano. Un logro arquitectónico y urbanístico de calidad incontestable.

La figura de Bernini fue por tanto absolutamente estelar en su época, hasta tal punto que su talento eclipsó casi por completo al resto de escultores que intentaban abrirse paso en la Roma del seiscientos. Su producción escultórica, realizada en bronce y muy especialmente en mármol. es amplia y espectacular. Sin duda alguna, una de sus realizaciones más conocidas es el Éxtasis de Santa Teresa que podéis ver en la imagen, obra relacionada con la Beata Ludovica Albertoni. Pero aquí hay que hacer una aclaración. Y es que en este caso no estamos simplemente ante una escultura. Recordemos el concepto de la teatralidad tan ligado al mundo del Barroco. Este grupo escultórico no se concibe por tanto aislado, sino que forma parte de un conjunto que pone en práctica la unión de todas las artes. Ese conjunto no es otro que la Capilla Cornaro de Santa María della Vittoria, en Roma. Allí estuvo trabajando Bernini de 1647 a 1652. El grupo central reproduce el instante previo a la transverberación, en el que el ángel dirige su flecha hacia la santa, que levita sobre una nube. El rostro de Santa Teresa aparece completamente entregado al amor divino. La sensualidad que transmite es tal que ha sido a veces puesta en relación con representaciones de carácter erótico. Las vestimentas caen formando pliegues angulosos muy propios de la época. Pero donde verdaderamente se manifiesta el carácter barroco y teatral es en el foco de luz que entra desde la cúpula, iluminando todo el conjunto y favoreciendo así los contrastes lumínicos, matizados por el dorado de los rayos situados tras la escultura. El escultor parece decirnos que el amor de Dios está entrando por la ventana para poseer por siempre a Teresa de Ávila. Y este hecho es sumamente interesante, porque consigue un efecto escenográfico que se convierte en intemporal desde el mismo momento en que es creado. Dicho de otro modo: Cada vez que un espectador presencia la escena, la luz entra por la ventana. Santa Teresa está siempre en éxtasis. Así introduce de lleno al espectador. Por si fuera poco, a ambos lados de la escena aparecen representados los testigos del milagro, entre los que se encuentra el Cardenal Francesco Cornaro junto a algunos de sus familiares, consiguiendo por tanto lo que se ha venido en llamar una obra de arte total.

Una obra para la humanidad, más allá de religiones.

Web para ver otras obras de Bernini, pulsa aquí

Os animo a ver este vídeo, muy recomendable para quien quiera apreciar detalles sobre esta obra:

jueves, 5 de junio de 2008

Volando con Chagall



Marc Chagall (1887-1985) es uno de los pintores rusos más universales. No cabe duda que su figura fue una de las más originales del panorama artístico del París del período de entreguerras. Recordemos que por aquel entonces, la capital francesa lo era al mismo tiempo de la vanguardia artística a nivel internacional. A París llegaban todos los artistas. En París todo se movía. Y es por ello que allí se forjaron la mayor parte de las denominadas vanguardias históricas, como Fauvismo, Cubismo o Surrealismo.


Pero además, allí llegaron artistas que sin estar adscritos a ningún movimiento artístico concreto, desarrollaron su labor con bastante solvencia. En este contexto se desarrolló la llamada Escuela de París, en la que encontramos artistas tan significativos como Modigliani, Soutine o el autor de la pintura que podéis ver en la imagen, el anteriormente citado Marc Chagall. Algunos historiadores del arte lo han puesto en la órbita del expresionismo. Sin embargo, poco tiene que ver su pintura con el mundo pesimista que dejan translucir las obras de los expresionistas contemporáneos del período de entreguerras. El universo de Chagall, por contra, es tremendamente colorista, en el sentido en que apreciamos en su obra un sentimiento de vitalidad bastante evidente. Los personajes de Chagall son humildes muchas veces. Violinistas y payasos se sitúan en contextos tanto rurales como urbanos, pero siempre dentro de una temática en la que la imaginación alcanza un papel protagonista. Así, no es raro ver cómo hombres y mujeres sobrevuelan la ciudad en un ambiente onírico y casi infantil, que da como resultado final una pintura fuertemente evocadora, muy narrativa, que nos lleva a un mundo de imaginación y fantasía.

La obra que proponemos hoy se titula "El cumpleaños". Asistimos a una escena cotidiana, casi íntima, que se desarrolla en el interior de un hogar. A la izquierda puede verse una ventana desde la que se aprecian algunos detalles de la calle. Con una perspectiva deliberadamente insólita y un uso de un color muy saturado, Chagall compone una escena entrañable en la que parece mostrarnos el amor de una pareja durante la celebración de un aniversario, tal y como podemos ver en el ramo de flores que recibe la mujer y el bizcocho situado sobre la mesa. Una obra muy colorista y cromática, típica del mejor Chagall, en la que volvemos a ver cómo los personajes se elevan y parecen querer echar a volar.

martes, 3 de junio de 2008

Alcazaba de Almería



En Andalucía conservamos numerosos restos de la arquitectura hispanomusulmana. No debemos olvidar el esplendor que tuvo Al-Ándalus durante el Califato de Córdoba, ni tampoco el dominio que ejercieron sobre la mitad sur peninsular hasta bien avanzado el siglo XIII. De esta forma, si la Baja Andalucía cayó en manos cristianas gracias a las labores reconquistadoras de Fernando III, fundamentalmente, el Reino nazarí de Granada pervivió hasta la toma de la ciudad de la Alhambra por parte de los Reyes Católicos en 1492.

Tras la definitiva disolución del Califato de Córdoba en 1031, el territorio quedó atomizado en numerosos reinos de escasa relevancia. De estos reinos, los llamados reinos de taifas, únicamente sobrevivieron los más fuertes, hasta la llegada de los almorávides en 1087. La fragilidad política del momento hizo necesaria una buena defensa del territorio. Fue así como se generalizaron las alcazabas, recintos fortificados de carácter urbano que suelen situarse en la parte más elevada de la ciudad, precisamemte para un mayor control del territorio circundante. Estas alcazabas solían tener diversos ámbitos, ya que allí se situaba también la residencia real. Como decimos, conservamos interesantes ejemplos, como la Alcazaba de Granada, recinto primitivo del actual conjunto de la Alhambra, o la Alcazaba de Málaga.

Me gustaría que nos fijáramos especialmente en la Alcazaba de Almería, que podéis ver en la imagen. Aunque el núcleo originario es del siglo X, es en época taifa cuando el edificio alcanza su verdadera magnitud, hasta tal punto de ser uno de los ejemplos de arquitectura militar de mayor extensión de toda la Península Ibérica. Aunque ha sido intervenido en épocas no demasiado lejanas, el conjunto presenta sin embargo un estado de conservación que podría mejorarse notablemente. Junto al popular barrio de la Pescadería, y visible desde toda la ciudad, domina desde el cerro de San Cristóbal no sólo la llanura litoral que se extiende a sus pies, sino el Mar Mediterráneo y todo el Golfo de Almería, perdiéndose la vista hasta el Cabo de Gata. Hay que valorar esta obra, no suficientemente conocida, como uno de los monumentos más interesantes de la presencia del Islam en nuestras tierras.

Veamos un vídeo de Almería en el que se aprecia la Alcazaba y su posición estratégica en la trama urbana:



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