jueves, 7 de mayo de 2009

Constanza Buonarelli



Gianlorenzo Bernini (15981680) deja eclipsado a cualquier escultor. No sólo del Barroco, sino de la Historia del Arte Universal. Aquí uno de los grandes. Sin él, esto que llamamos Arte no hubiera sido lo mismo. Estamos ante una de las personalidades imprescindibles de la creación artística. Un artista total, que convirtió en oro todo cuanto tocó. Como arquitecto, sólo hace falta entrar en la Plaza de San Pedro de Roma para darse cuenta de sus dotes creativas, de su sensibilidad. Sin embargo, es más conocida su trayectoria escultórica, entre otras cosas porque él mismo se consideraba escultor sobre todas las cosas.

En efecto, al admirar sus esculturas, el espectador podrá percibir fácilmente toda la emoción de un artista entregado al Barroco. A los sentidos. A la pasión. Y si no, observemos este retrato de Constanza Buonarelli. Con sólo fijarnos en la mirada del personaje, podemos intuir una personalidad marcada, llena de pasión y de fuerza interior. La retratada era la amante del afamado escultor hacia el año 1637. Las dotes a nivel técnico de Bernini son de sobra conocidas, y pueden contrastarse en su amplio catálogo escultórico, en el que domina el bronce y, muy especialmene, el mármol. Un material difícil de trabajar, aparentemente frío, que ya fue explotado sabiamente por Miguel Ángel un siglo antes, pero que con Bernini alcanzó su máxima expresión.

Este retrato resume en buena medida el espíritu de su autor. Quizás no tan conocida como las obras de temática mitológica realizadas para la Villa Borghese, posiblemente menos impresionante que los encargos recibidos por parte de los pontífices que confiaron en su labor, es por contra una obra aparentemente menor, pero llena de fuerza y plena de intensidad. Desde los ojos encendidos hasta el alborotado cabello, pasando por esa boca que parece musitar una palabra -sólo una- que al espectador se le escapa pero que incita a la imaginación, Bernini nos vuelve a demostrar aquí, una vez más, que hasta en lo más pequeño, él es el más grande.

Posiblemente, unos de los mejores retratos que jamás se hayan realizado.

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