viernes, 30 de abril de 2010

Delvaux sueña en silencio

El mundo de los sueños, que tanto interpretó el Surrealismo a nivel pictórico, escultórico, literario e incluso cinematográfico a partir de la década de los años 20 del pasado siglo, tuvo en su época un digno y curioso representante en Paul Delvaux (1897-1994). De nacionalidad belga, y aunque comenzó siendo un pintor de tendencia expresionista, pronto se sintió influenciado por su compatriota René Magritte, autor adscrito al Surrealismo desde sus comienzos, allá por 1926. Magritte, que juega en no pocas ocasiones con el juego de las apariencias y los equívocos, fue un punto de referencia para que Delvaux creara obras como Mujer ante el espejo o La Aurora, por citar sólo unos ejemplos. Si nos fijamos, el tratamiento del cuerpo desnudo, especialmente el femenino, es una de las constantes temáticas repetidas con insistencia a lo largo de su evolución creativa. Observamos cómo las mujeres pueblan unos paisajes oníricos, nocturnos la mayor parte de las veces (enfatizando así la idea del sueño), y en todos ellos parece percibirse la presencia de algo tan etéreo como el silencio.

En efecto, los personajes de Delvaux no parecen hablar, sino deambular por un paisaje normalmente desolado y hostil en el que las estaciones de ferrocoarril, por un lado, y los edificios clásicos, por otros, parecen servir de marco a las silenciosas escenas. Es quizás en esta extraña capacidad para reproducir los silencios donde reside parte del encanto de este pintor, cualidad esta que comparte con el pintor italiano Giorgio de Chirico, en el que el recuerdo a la arquitectura grecolatina es también una constante.

Consideramos que la producción artística de Delvaux es sumamente interesante, y que el hecho de que quede eclipsado por otras figuras del Surrealismo como Dalí, Miró, Magritte o Ernst no debe ser un obstáculo para seguir profundizando en su mundo, en su fantástico e intangible mundo.

Galería de imágenes de Paul Delvaux

Web del Museo Paul Delvaux



martes, 13 de abril de 2010

El sueño de Marc



Franz Marc (1880-1916) es uno de los pintores más destacados del Expresionismo. Movimiento artístico y cultural de gran vigencia durante el llamado período de Entreguerras, tuvo especial importancia en los países del norte de Europa. El caso más significativo fue el de Alemania, donde se fraguaron dos de los movimientos más conocidos del Expresionismo, como son Die brück (El Puente) y Der blaue reiter (El Jinete Azul). Este último fue fundado en Múnich en el año 1911 por Wassily Kandinsky y Fran Marc, formando parte del mismo pintores como August Macke, Paul Klee o Gabriele Munter, entre otros. Las diferencias existentes entre los pintores de El Puente y los de El Jinete Azul estriba principalmente en un tratamiento más dramático de los personajes y las temáticas en el primer caso, lo que se traduce también en una pincelada más vigorosa, más gruesa, más matérica. Por contra, los pintores de El Jinete Azul nos muestran una cara algo más amable, en la que el color cobra más protagonismo, entre otras cosas porque muchos de sus integrantes sentían cierta atracción por movimientos artísticos coétaneos, más experimentales desde un punto de vista más formal que temático, como son el Cubismo y el Fauvismo.

Estas dos influencias, Fauvismo y Cubismo, se integran de forma magistral en uno de los pintores más amables del grupo expresionista, como es Franz Marc. En sus cuadros predominan los colores primarios, saturados, llenos de fuerza, que nos transmiten vitalidad y un sentimiento de admiración por la naturaleza. Así, la temática se centra especialmente en paisajes de bosques y selvas en los que habitan caballos, zorros, tigres o vacas. Resulta muy curioso, y también muy característico del autor, el hecho de que se haya utilizado el color de una forma totalmente arbitraria, algo que nos remite directamente al Fauvismo, ya avanzado, en cierto modo, por Paul Gauguin, del que estuvimos hablando en la anterior entrada.

La conjunción de todos estos elementos dan como resultado unas obras vitalistas, llenas de vida, que en cierto modo constituyen un soplo de optimismo, al menos si establecemos una comparación con otros pintores expresionistas de su misma época.

En la imagen: El sueño, 1912, Museo Thyssen-Bornemisza (Madrid)

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